jueves, 19 de febrero de 2009

I REMEMBER

Damien Rice


Suena Cold water mientras escribo estas líneas y me pregunto por qué me gustan tanto las canciones del irlandés. Supongo que como muchos, llegué a Damien Rice a través de la película Closer, de Mike Nichols. Ver caminar a Natalie Portman por una calle de Londres atestada de gente mientras suena The blower’s daughter ya justifica de por sí el resto de la película. En fin, que ese tema me cautivó, me pareció la mejor canción que había escuchado en mucho tiempo. Tenía que averiguar quién la cantaba. Así llegué a Damien Rice y por eso, en este preciso instante, empieza a sonar en mi habitación I remember. ¿Qué decir de las canciones de Rice? Que son evocadoras, íntimas y universales a un tiempo, que saben llevarte a lugares de tu interior que pensabas inaccesibles, que saben herirte con delicadeza, como siempre hieren las cosas hermosas de este mundo. Podría seguir, deshacerme en elogios hasta la extenuación, pero mejor lo dejo aquí. Quizá sea un error tratar de explicar la belleza.

Hará cosa de dos años escribí lo anterior. Dos años dan para mucho y para nada. Floriane creció, me publicaron un librito en catalán, me estabilicé sentimentalmente. Material para una novela extensa o para tres simples frases. No soy Marcel Proust, qué le vamos a hacer. Lo que sí soy es un sentimental, sobre todo las noches de los jueves en que estoy solo y bebo vino. De mi afición al vino nació la siguiente anotación: “Sólo me harán hablar estos cuatro caballeros entremezclados: Mantonegro, Callet, Cabernet Sauvignon y Syrah. Lo que no tengo tan claro es que se me entienda”. Los peligros vacuos de tener al alcance de la mano un Moleskine y una botella de Macià Batle, regalo de Navidad de un cliente de la empresa. Pero dejémonos de digresiones. No soy Laurence Sterne, qué le vamos a hacer. La cuestión es que guardo todo lo que escribo. Como si mis palabras, incluso las peores, tuvieran algún valor. Ya sé, más que un sentimental, lo que soy es un tipo pagado de sí mismo. Es posible. Pero vayamos al grano. Escribo y guardo. Por esto mismo he encontrado el cuento al que pertenece el párrafo inicial. Se titula Karlota blues y habla del precio de la estabilidad y de las cosas que se pierden para adquirir, una vez perdidas, el brillo falaz de lo que pudo ser. Una historia vieja, bastante sobada. Como todas en realidad. Tampoco pretendo inventar nada. Pero sigamos. Inicio su lectura y me encuentro con Damien Rice, con la historia agazapada tras su canción I remember. Hubo un tiempo en que era capaz de escucharla hasta diez veces seguidas. Los caminos de la autoflagelación son inescrutables, si bien siempre se repiten. Todos tenemos nuestra “mierda sentimental”. No voy a entrar en eso. Lo que sí voy a hacer es compartir con ustedes esta canción. Es jueves por la noche y estamos vivos. Sopésenlo un instante. Es brutal. Como la canción. Buenas noches.