viernes, 13 de marzo de 2009

GEOGRAFÍA DEL TIEMPO, DE A.G. PORTA


El viejo cazador de extraterrestres deambula por la versión posmoderna de la Comala de Juan Rulfo, una ciudad espacial a la deriva por el universo. Los muertos ya no son voces de aparecidos, sino cuerpos incorruptos desperdigados por la ciudad o la imagen de Rosita Chen repitiéndose hasta el infinito en todos los televisores. El viejo cazador deambula a través de los restos de la Civilización e intenta dejar constancia de lo que fue la humanidad, de lo que fue su vida, en un discurso desesperado e incoherente que entremezcla recuerdos, sueños y realidad. Por otro lado, se hace inevitable pensar en Tokio ya no nos quiere, de Ray Loriga. En este sentido, hay que decir que Geografía del tiempo ofrece menos concesiones al lector, se repliega más sobre su esencia. Una metáfora continuada, desquiciada y fiel a sí misma sobre la soledad, sobre la inutilidad e inexactitud de todo acto humano, de todo recuerdo. Un bello poema disfrazado de novela que no pretende llegar a nada. Si acaso a la nada que nos envuelve por los siglos de los siglos. Quizá el único tema, a estas alturas, sobre el que vale la pena escribir. Para llegar a nada.

También resulta inevitable pensar en Groundhog Day (Atrapado en el tiempo), aquella película genial protagonizada por Bill Murray. De hecho, ésta fue la cara que le puse al viejo cazador de extraterrestres. Al fin y al cabo, el bueno de Bill ya tiene experiencia en perseguir fantasmas.