lunes, 11 de mayo de 2009

ÚLTIMA NOCHE FELIZ SOBRE LA TIERRA O IMITACIÓN DE CHUCK PALAHNIUK

Éste que ahora escribe es el perfecto hijo de puta que te destrozó la vida, o eso dijiste entonces, pero yo lo que quería era recordar aquella gran noche, nuestra última noche feliz sobre la tierra, en aquel ático que ya sólo existe en el mítico lugar de las cosas perdidas para siempre en mi vida.
Sabes a qué me refiero.
Por si no lo sabes te daré algunas pistas:
Un gramo de nieve, Jamie Cullum, una botella (70 cl) de Johnnie Walker y ese crescendo coronado por aquel apoteósico final inigualable -te lo juro- “házmelo por ahí”.
La verdad, no sé si fue antes o después de eso que te jodí la vida, pero permíteme que te diga que tampoco pusiste mucho de tu parte para que las cosas fueran diferentes.
Sabes a qué me refiero.
Supongo que lo sabes.
Pero aquella noche en aquel ático nada importaba o quizá es que los dos sabíamos que nada de aquello tenía remedio y pensamos -cada uno a su manera- de acuerdo, todo va a terminar, de hecho todo ya ha terminado, pero despidámonos como sabemos hacerlo.
Y supimos hacerlo, claro que supimos.
Creo que no exagero si digo que eso fue lo mejor que hicimos juntos.
Mucho mejor que comprar las fundas para el sofá de cuero sintético, mejor que arrancar aquel horrible papel de las paredes para después pintarlas de aquel horrible color crema, mejor que las plantas y el toldo para la terracita que nunca conoció un verano y mejor, mucho mejor, que llenar el maletero con todos aquellos cuadros espantosos que acabaron pudriéndose en casa de mis padres.
Supongo que esto querría ser un homenaje pero suena a otra cosa.
Suena a que daría lo que fuera por repetir aquella noche.
Suena a que no me perdono el hecho de haber borrado tu número.
Suena a que voy a tener que montármelo solo.
Supongo que sabes cómo termina la historia.
No esperes nada demasiado original.
Por si no lo sabes te daré algunas pistas:
Nuestro encuentro un año después -era diciembre-, tus ocho kilos de más, nuestros respectivas inercias y, bueno, ya sabes cómo fueron las cosas.
Salí corriendo y fue lo mejor que pude hacer.
Todas aquellas palabras para nada.
Todo aquel repertorio nauseabundo infectado de lugares comunes y mentiras.
Sabes a qué me refiero.
Te ahorraré los detalles.
Pero aquella gran noche,
nuestra última noche feliz sobre la tierra,
qué hermosa te recuerdo entre las sábanas, la cabeza girada, viéndome llegar con mi perfecta sonrisa de ganador,
de puto dueño del mundo, ya me entiendes.

Estaría dispuesto a destrozarte la vida nuevamente
sólo por repetir aquella noche.