sábado, 6 de junio de 2009

FRENTE AL MAR DE TASMANIA


Como aquel aristócrata inglés, asesino de la niñera de sus hijos, treinta y tres años desaparecido, viviendo en Nueva Zelanda, en el interior de un Land Rover. Quién necesita novelas. Cierra los ojos. Puedes ver al viejo inspector Sidney Ball avanzando lentamente por un desierto o una ciudad desmantelada. De hombros cargados y nariz grande y roja, como de ex alcohólico adicto a las apuestas. Una deuda pendiente que nada tiene que ver con la niñera asesinada. Lord Duncan, jugador profesional, con acento británico delator y movimientos marciales. Un tipo raro, huidizo, perdido y elegante en el culo del mundo. Quizá ni él mismo lo sepa, pero desea que lo encuentren. Quién no lo desea. De todos modos, ya los ha vencido a todos. Frente al Mar de Tasmania, eleva su copa y su sonrisa. Sidney enciende un cigarro. La tos, su ex mujer, la ausencia de críos. Debería dejarlo, le dijo el doctor. Quién quiere regresar. Todo se reduce a lo mismo: una deuda pendiente, un asunto algo turbio. Treinta y tres largos años, un caso no cerrado y los niños creciendo en fotografías caníbales, la visita rutinaria del inspector, casi ya de la familia. No, señor Ball, seguimos sin noticias, es tan bochornoso todo esto. La palabra bochornoso adherida a su gabardina, al peso de sus hombros, a los recuerdos de su ex mujer. Una deuda pendiente, la historia de una vida. Quién necesita novelas. Ahora Sidney se acerca al Land Rover. No trata de amortiguar sus pisadas. Parece muy cansado, como con ganas de terminar cuanto antes. En el interior del vehículo, Lord Ducan lo espera. En una mano sostiene unos dados. En la otra, una Browning High Power con silenciador.