miércoles, 30 de septiembre de 2009

Breve dossier Enzensberger



Siento debilidad por Hans Magnus Enzensberger. Este autor me produce insomnio y siento debilidad por los autores que me producen insomnio. Mi masoquismo no termina aquí. Hans Magnus Enzensberger es de los que te jode a base de bien, de los que te pone, como suele decirse, entre la espada y la pared. Y lo hace, al menos la mayoría de las veces, sin dejar de sonreír. Le gusta incomodar desde la inteligencia y el humor. Es incorregible.

Acabo de escribir inteligencia sabiendo que resulta imposible medir la inteligencia, es más, que resulta imposible saber qué es la inteligencia.



No somos lo suficientemente inteligentes para saber qué es la inteligencia.



Esta frase de Hans Magnus Enzensberger concluye y resume su libro En el laberinto de la inteligencia. Lo siento si acabo de fastidiar una futura lectura.

La primera vez que oí el nombre de Hans Magnus Enzensberger fue en un poema largo y narrativo de José Agustín Goytisolo. El poema se titula A Hans Magnus Enzensberger le roban la maleta. Debía rondar la veintena la primera vez que lo leí.

Entreví a una persona un tanto nerviosa y maniática. Tuvieron que pasar más de diez años para que descubriera al francotirador.

Fue con la lectura de El perdedor radical. Se trata de un libro escrito desde la sensatez y la radicalidad. Nada más transgresor que el sentido común o la valentía (tantas veces sinónimos). Se trata, a la vez, de un libro peligroso, en cuanto puede fomentar actitudes racistas o xenófobas si es leído desde la cortedad de miras o la mala fe.

Al final, el mensaje que lanza es obvio: el terror trae consigo pérdida de civilización, es decir: el fomento de políticas restrictivas de derechos y libertades.

Y ahí sí se debe ser radical: en su defensa.

Para que se hagan una idea de lo mucho que me gusta Hans Magnus Enzensberger y de su fina ironía y mala leche, copio y pego un artículo que escribí para el Ultima Hora y que fue publicado el 10 de junio de 2008:



Las frases de una Madame encantadora

Soy de los que leen con bolígrafo en mano. Mi respeto hacia los libros nada tiene que ver con lo impoluto de sus hojas. Al igual que las mujeres que saben de qué va la película y nos hacen perder la cabeza, un libro manoseado y subrayado es hermoso y atrayente. Cuenta mucho del lector. Además, suele ser indicador del éxito del libro: a más frases subrayadas, mejor posicionado en nuestro corazón o librería, aunque esta regla admite excepciones. Transcribo a continuación algunas de las frases que Enzensberger puso en boca de la encantadora Madame que protagoniza su última novela, Josefine y yo: “El narcisismo es la deformación profesional de los aburridos”. “La humildad la encuentro aceptable, siempre que no se manifieste abiertamente”. “Los que reflexionan sobre su salud se exponen a un peligro de muerte. Los artículos que se dedican a este tema tienen efectos patológicos”. “Para contradecirme me basto yo”. “Cualquier botarate cree tener ideas”. “¿Acaso le gustaría ser original? Permítame que le prevenga contra ese peligro”. “Reivindico el olvido”. “La pereza es un talento valioso”. “Si por mí fuera, el uso del despertador quedaría prohibido”. “El parvulario es el modelo ideal de toda la política exterior. Tengo derecho a poseer armas nucleares, pero el que tú pretendas otro tanto es algo intolerable a lo que me opondré por todos los medios”. “El arte tiene que ver con la destreza, aunque hoy ya nadie quiera oírlo”. “El odio al dinero es una gran estupidez”. “No tengo nada contra la democracia. Ofrece una gran ventaja: es aburrida. Una cualidad que aprecio”. “El ateísmo me parece pueril”. “Nuestros sentimientos no son inagotables”. “Hay que desconfiar de todo cocinero que se entusiasme con el progreso”. “Detrás de todo prejuicio se esconde un miedo”. “Lo que uno necesita a toda costa lo puede aprender solo y en seis semanas: leer y escribir, la tabla de multiplicar y poco más”. “De todos modos, sin la estupidez no se va a ninguna parte. Es una de las armas más hermosas de las que dispone el ser humano”. “Todo matrimonio por amor representa un riesgo demencial, un riesgo que ningún jugador de ruleta asumiría”.