martes, 6 de octubre de 2009

Desfiles y exhibiciones







Una joven oficial china, comunista, de rostro impenetrable, tremendamente sexy. ¿Debilidad por los uniformes? Lo más seguro. Ni en esto soy original. El viejo fantasma de la guerra fría, tan caliente ahora, tan en otra parte. La imagino después del desfile, de la “exhibición de fuerza” según muchos periódicos. El gigante asiático al que todo se lo perdonamos. Pero no, no quiero entrar en esto, ya son muchos los que chapotean en la ciénaga de los grandes temas. Además, no me atraen las fotografías conmemorativas. Me quedo con lo pequeño, con lo ínfimo, con lo invisible. La intrahistoria, el backstage, la individualidad en mitad de la masa. El rostro de la joven oficial china, ahora en todos los periódicos del mundo. Me produce ternura. Probablemente, de considerarme su enemigo, no dudaría ni un segundo a la hora de aniquilarme, pero no importa. La imagino después del desfile, en el apartamento de cuarenta metros cuadrados que comparte con sus padres, una abuela y un hermano varón. ¿Qué pensará? ¿Cuáles son sus aspiraciones? ¿Cómo se ve a sí misma dentro de veinte años? ¿Cómo fue su primer beso? ¿Y la primera vez que hizo el amor? Mientras pienso en estas cuestiones, mis ojos se posan en la página de al lado. El rostro de Juan Antonio Martínez Camino me devuelve a mi presente. Comparo ambas fotografías. Pienso que el secretario y portavoz de la Conferencia Episcopal, al igual que la joven oficial china, de considerarme su enemigo, no dudaría ni un segundo a la hora de aniquilarme. Por otra parte, también usa uniforme, lo que, sin embargo, no lo hace más sexy. Bueno, esto es una apreciación subjetiva. Para gustos, ya se sabe. Llama a participar en la manifestación del día 17. Otra exhibición de fuerza. Demasiado desfile para mi gusto. Mejor me quedo en casa.



UH, 06/10/09