No lo llamo entrevista porque no llega a tal. Digamos que el periodista se leyó la contra y la solapa. Algo es algo. Con todo, se agradece el interés. La cara de imbécil es fruto del momento: me sentía imbécil. Mi posado, a las puertas del periódico, coincidió con los diez minutos para cigarrito y café de las administrativas. O sea. En fin, al menos ha servido para que en el curro me hicieran las bromas de siempre. Incluso he llegado a ruborizarme. Creo que esta tarde no iré a francés, no sea que el profe haya leído la noticia y le dé por interrogarme.