martes, 29 de diciembre de 2009

Zona no fumadores


Entro en un bar donde todos los parroquianos fuman. Sin excepción. El local tendrá unos veinte metros cuadrados. En el rincón más alejado, un cartelito pegado con celo a la pared reza: “Zona no fumadores”. Entiendo que por zona se refiere a aquella mesa en concreto, la única vacía. Decido quedarme en la barra. Pido un café y alcanzo un periódico. Las noticias apocalípticas de todos los días. Voy directamente al apartado de opinión. Leo un artículo en que el autor explica lo bien que le habrían ido las cosas a los diferentes países latinoamericanos de haber seguido bajo la corona española. El responsable de tan imaginativo artículo es historiador y ocupa una cátedra importante en una importante universidad de Estados Unidos. Pienso en las bromas que le hago a mi novia, natural de Tucumán. Los típicos chistes que engrosan ese lenguaje íntimo y secreto de todas las parejas. Los apodos, los chascarrillos, ese tipo de cosas que sacadas de contexto o recordadas tiempo después nos ponen en evidencia. Pero el tipo éste, el profesor, habla bien en serio, con toda la seriedad que otorga una cátedra de Historia. Prescinde de las motivaciones sentimentales para elaborar su tesis. Mide el bienestar en términos meramente económicos. Trabaja con especulaciones nacidas de su propio sentimentalismo. Se me ocurre que, según su tesis, España nunca debiera haber expulsado a José Bonaparte, viendo cómo fueron después las cosas. Ahora seríamos franceses. En Roland Garros, todo el mundo aplaudiría a Rafa Nadal. Ya habríamos ganado algún Mundial de fútbol. Etc. Apuro mi café. Salgo a la calle. Mis ropas apestan a cigarro y otra cosa que no logro identificar.

UH, 29/12/09