jueves, 7 de enero de 2010

Continuamos con la cuestión [o comentario del autor a “¿Es posible inventar?”]


Toda respuesta es correcta en la medida que todos los que escribimos nos enfrentamos de una manera diferente al hecho de escribir. Es obvio que unos apelan más que otros a lo autobiográfico; igualmente obvio resulta lo ineludible de la realidad, puesto que todo es real (nada más real que la imaginación) y todo se nutre de la realidad. Nadie escribe desde la nada, sino desde la experiencia –personal, del mundo. Pero sería un error entrar en este tipo de generalizaciones (y obviedades). Yo quería ceñirme al hecho literario, a la irrupción de lo comúnmente llamado autobiográfico en la ficción. En mi caso concreto, necesito de los elementos autobiográficos para crear un marco referencial, para no andar perdido. Esto, de algún modo, es una confesión de mis limitaciones como escritor. También, claro, es el arma que poseo para creerme a mí mismo y hacerme creíble y acercarme al más alto fin del artista: la Emoción (sé que esta conclusión no es pacífica, pero así lo veo). La parte ficcional o inventada del relato se nutre, también, de experiencias personales puesto que al final todo es una experiencia personal: lo vivido en propia carne, lo leído en libros, lo visto en pantallas de cine, lo que un amigo o un desconocido nos cuenta, etc. En las narraciones más alejadas del realismo o en los relatos históricos, lo ficcional, la caracterización, lo que late, provine –como explica Michon­– de esa parcelita llamada “cosas que he vivido”. La descripción de un paisaje, de una habitación, de un personaje, su modo de actuar, lo que dice en un momento determinado… En fin, creo que se trata de una cuestión apasionante que admite multitud de discusiones en diferentes planos. Al final no se trata de convencer a nadie, sino de exponer el modo en que uno vive tal cuestión, la solución que le da (y no por aprender o sacar conclusiones, sino por disfrutar de la respuesta).