domingo, 28 de febrero de 2010

Domingo, notas de lectura


Domingo, ya sin F. La casa silenciosa, vacía. Ideal para la nostalgia y la lectura. Para escribir estas notas apresuradas. ¿Exorcismo? ¿Aburrimiento? No sé, no estoy para análisis.
Acabo de terminar Señor Sueño, de Robert Pinget. Alguien me lo recomendó. Una de esas novelas breves y enigmáticas que en realidad no son novelas, esos libritos cuyo significado final se nos escapa porque es posible que no exista ningún significado final, etc. Mientras leía el libro no podía dejar de pensar en El discurso vacío, de Mario Levrero. Ambos libros tienen el encanto de la pereza y el día a día. No existe rigor mayor que la falta de rigor. Este rigor mayor es el único que podemos soportar a partir de determinada edad. Sería largo y difícil de explicar. Tiene que ver con mi cada vez más difícil relación con la ficción. Supongo que me hago viejo (se admiten risas).
A su vez, la lectura de El discurso vacío me retrotrajo a la de Autorretrato con radiador, de Christian Bobin. ¿Qué les une? La apariencia de diario de notas que tangencialmente cuenta una historia mínima, la del propio autor. El gusto por el aforismo. La indeterminación. La pereza.
No me extraña que me sienta atraído por este tipo de libros. Cada vez que empiezo a pensar en una trama con personajes de ficción, con un final que justifique y culmine toda la invención previa, me entra una pereza brutal. ¿Y si ya sólo puedo escribir notas, pequeñas reflexiones nacidas de la experiencia cotidiana, bosquejar un argumento pobre, tal vez perpetrar endecasílabos?
Por lo demás, he seguido con los Nueve cuentos, de J. D. Salinger. Me gustan, pero no puedo dejar de pensar que he llegado tarde a ellos.
A veces nos empeñamos en ser lo que no somos.
¿Es el empeño suficiente?