domingo, 14 de marzo de 2010

Repetida la escena, banal la historia

Como sostiene Borges, la gente prefiere lo personal a lo general, lo concreto a lo abstracto. Así procederemos.

Ayer me pasé el día leyendo y escribiendo. Por eso hoy se hacía imprescindible salir, coger el coche y conducir sin tener muy clara la ruta.
Conducir mientras se escucha música, la mente en blanco o casi en blanco: una terapia barata y efectiva. Pero no siempre funciona. A veces miras los almendros florecidos, o los coches estacionados en el parking de algún restaurante de carretera, y te entran ganas de llorar. De agredirte. De insultar a alguien. De desaparecer.
El día ha empezado con una visión inusual: un caballo en el solar de enfrente de casa.



Después ha llamado Floriane. Más de una hora al teléfono. He tenido que inventar una historia, la de los iglus y los kas-kas, dos pueblos enredados en una disputa milenaria, diría que irresoluble si tenemos en cuenta que yo soy su creador. Muy pedagógico, sin duda.

Para mi pequeña excursión de domingo me he llevado Carpe diem (Seize the day), de Saul Bellow.

Hacía ya un tiempo que me apetecía leer algo de este autor. En una hoja tengo anotados varios títulos, entre ellos Herzog, pero una cosa son los planes y otra muy diferente lo que se acaba haciendo.
El jueves pasado estuve paseando por mi antiguo barrio. Entré en la librería a la que solía ir cuando me quedaba sin libros y me puse a husmear por sus anaqueles, sin buscar nada en concreto. Salí de allí con tres títulos: Carpe diem, de Saul Bellow, Siete noches, de Jorge Luis Borges, y Tierra de nadie, de Juan Carlos Onetti. Pensaba que había leído todo lo del uruguayo. Un fallo inexplicable, imperdonable. Este hallazgo me llenó de alegría. De momento sigo posponiendo su lectura.


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Ayer, como ya he dicho, me pasé el día leyendo y escribiendo. Como viene siendo habitual últimamente, empecé con Elevación, elegancia y entusiasmo, de Francisco Casavella. Como consecuencia de esta lectura anoté el siguiente título: Post Mortem, de Albert Caraco.


Acto seguido, retomé y terminé la lectura de una novela cuyo título no importa, una de esas novelas cuya mayor virtud es la facilidad con que se leen. A mi rescate acudió Borges. Leí dos de las siete conferencias recogidas bajo el título Siete noches, concretamente: “La ceguera” y “La poesía”. De la primera he extraído la cita que aparece en el margen derecho superior de esta página.

Y me puse a escribir.

Estoy cerca de terminar la que será mi tercera novela, pero todavía es muy pronto. Mejor dejar el tema. Aún quedan demasiadas incertidumbres como para adelantar algo.

Ya es de noche. Tengo las manos frías. He decidido no encender la calefacción. No me he quitado la bufanda. Escribo esto que ahora lees. Algo personal y concreto, aunque también podría ser general y abstracto.



Repetida la escena, banal la historia,
pero, quizá, toda mi vida puede resumirse en esa imagen.

JUAN LUIS PANERO