martes, 10 de agosto de 2010

Rey de los apaños


Recuerdo mis primeros Levi’s 501. Durante mucho tiempo fueron mis vaqueros favoritos. Los compré en Tenerife, durante el viaje de fin de curso, hará ya 20 años. Adoraba aquellos pantalones. Siempre me los ponía para salir de marcha. Consideraba que me daban suerte. Fueron testigos de mis primeros y escasos triunfos en el resbaladizo terreno del amor adolescente. En realidad, no era cuestión de suerte o de culo bonito, sino de estadística. No podía imaginar a un compañero de correrías nocturnas mejor. Pero pasó lo inevitable. No existe mayor dictadura que la impuesta por las leyes físicas y las leyes físicas determinan que el uso, irremediablemente, conlleva el deterioro. Esto mismo es aplicable tanto a jeans como a personas. Pero no adelantemos lecciones futuras. Volvamos a aquellos Levi’s 501. Su deterioro inauguró la época de los apaños, de las improvisaciones. Como en un mal Gobierno, tacos, zurcidos, pegatinas, exhibición de pierna o calzoncillos, según el caso, hicieron acto de presencia. Una vez que nos adentramos en el triste terreno de los remaches, ya no hay vuelta atrás. Es cierto que en aquel descenso imparable hubo buenos momentos, pequeños episodios que hicieron creer en lo imposible, pero un buen día llegó la realidad y se interpuso entre nosotros. Digamos que la realidad es el brazo ejecutor de las leyes físicas. La despedida fue triste. Estaba convencido de que no existían jeans capaces de sustituir satisfactoriamente a aquellos Levi’s. Evidentemente, estaba equivocado. Pronto llegaron otros que hicieron que me olvidara de mis primeros 501. La vida y sus lecciones. Sigo aprendiendo. Sigo tropezando con la misma piedra. Aspiro al título de Rey de los apaños.

ULTIMA HORA, 10/08/10