martes, 19 de octubre de 2010

Préstamos, lluvia, Dogville


Para celebrar la concesión del Nobel de literatura a Mario Vargas Llosa, me acerco hasta la biblioteca de Can Sales y saco El hombre es un gran faisán en el mundo, de Herta Müller. Como intuyo que me va a aburrir, también saco El otro y su doble, un libro de entrevistas a Graham Greene realizadas por Marie-Francoise Allain. El hecho de acertar no me sorprende. Con los años el olfato se nos agudiza. Efectivamente, Müller me aburre y Greene me entretiene. Entre respuesta y respuesta del británico, miro llover por la ventana. La lluvia me pone melancólico y la melancolía me lleva a recordar momentos mitificados de mi pasado. Cuando un administrativo escritor de columnas se pone a recordar momentos mitificados de su pasado, la cosa solo puede acabar con un mensaje inconveniente y un gin tonic cargado, bebido a sorbos lentos. También está la opción de sentarse frente al ordenador y escribir un artículo como éste, un artículo sin mucho interés, donde las cosas que no se dicen tienen más importancia que las efectivamente dichas. Ya entrada la noche, me tiro en el sofá y me pongo la película Dogville, de Lars von Trier. No puedo estar más de acuerdo con el mensaje del danés. La llamada buena gente, la gente sencilla, encierra en su interior un demonio no muy diferente del demonio de los peores asesinos. No en vano, la llamada gente sencilla, la buena gente, el pueblo llano, usted y yo, ha aplaudido, desde el principio de los tiempos, los regímenes más escalofriantes, las matanzas más vergonzosas. Para acabar, quiero aclarar que el principio de este artículo no encierra ninguna maldad. Si no saqué ningún libro de Vargas Llosa fue porque no quedaba ninguno disponible.

ULTIMA HORA, 19/10/10