martes, 23 de noviembre de 2010

Los motivos del lobo


Ella sostiene que la escritura arranca o debería arrancar de un hecho o sentimiento que no puede permanecer por más tiempo en el interior del escritor (ella diría en las entrañas), que necesita ser vomitado (siguiendo con su terminología). Es decir, coloca la necesidad, la urgencia, etc., en un supuesto hecho detonador y no en la escritura en sí, al margen de tal hecho. Yo argumento que esto es así en el escritor ocasional, en el que escribe como terapia (puntual), pero no en el escritor vocacional. El escritor vocacional siente la necesidad imperiosa de escribir. El tema a tratar es secundario (si bien puede llegar a obsesionarle). Lo hará de una novia que tuvo o del cielo de noviembre, lo mismo da. Lo importante es escribir, sentarse frente al ordenador y teclear como un loco. Esto es lo único que importa. Ella, claro, habla desde su experiencia como escritora ocasional y yo, desde mi experiencia como escritor vocacional. Ni afán de comunicación ni de conocimiento. A posteriori, tanto la comunicación como el conocimiento están ahí, pero antes solo existe la necesidad. La necesidad es auténtica, sincera. En este sentido, podría decirse que la literatura es una mentira nacida de un afán sincero, al menos la literatura de verdad. A ella, claro, no le gusta la palabra mentira, por eso la he utilizado. De acuerdo, propongo, cambiemos mentira por producto, pero vuelve a poner mala cara. Cuando pone mala cara está preciosa, por eso actúo como actúo. Se lo cuento. Ella se ruboriza y me lanza una patatilla a la cara. Nos reímos. Me dice que soy insoportable. Nos ponemos en pie. Empieza a caminar y yo rezo para que sus pasos se dirijan a su habitación y no a la puerta de salida.

ULTIMA HORA, 23/11/10