Italo Svevo se pasó la vida intentando dejar de fumar, anotando en todo tipo de documentos la fecha en que se fumaba el que iba a ser su último cigarro. Nunca abandonó su mayor vicio, es decir, su mayor amor, además del profesado hacia la literatura. De hecho, lo último que hizo antes de morir un 13 de septiembre de 1928 fue pedir un cigarrillo. De todos modos, el tabaco no acabó con él, al menos de manera directa. El escritor triestino murió a causa de un accidente de circulación. Volvía de un balneario al que había asistido para calmar su tos crónica de fumador empedernido. El coche, conducido por su chofer, se estrelló contra un árbol. Se había pasado la vida relegando la literatura a una suerte de actividad secreta o casi secreta, nocturna, como si se tratara de algo tan nocivo como los cigarrillos que no podía dejar de fumar. Ciertamente, para un burgués metido a comerciante en el Trieste fronterizo de principios del s. XX, ser un escritor sin demasiado éxito no resultaba de lo más apropiado. Pero su amistad con James Joyce y la publicación de La conciencia de Zeno, su gran novela, cambiaron las cosas. Hacia 1925 era reconocido nacional e internacionalmente. Sólo pudo disfrutar por espacio de tres años del éxito alcanzado. Durante mucho tiempo había mantenido en la clandestinidad su pasión por la literatura. Era el momento de airearla, de recoger los frutos de aquellas horas de encierro, de aquellas páginas escritas como últimos cigarros. Es una historia que comprendemos perfectamente todos los que escribimos. Si la literatura no va acompañada de cierto grado de reconocimiento, se convierte en algo a ocultar, como una especie de enfermedad secreta. Incluso a comienzos del s. XXI. Y si te dedicas a escribir poesía, la cosa se agrava. Por suerte he superado aquellos miedos y dudas adolescentes. De todos modos, siempre le ha sentado bien a la literatura cierto grado de clandestinidad. Ya se sabe: en la adversidad damos lo mejor de nosotros.
ULTIMA HORA, marzo 2008
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Puesto que el artículo que escribí la semana pasada y que ha aparecido hoy en Ultima Hora no me gusta (escrito con demasiada prisa, la cabeza puesta en otras cosas), he decidido traer al blog este otro, publicado en marzo de 2008. Que de entre los artículos anteriores a la existencia de este blog me haya decantado por “Últimos cigarros y otros vicios” se debe, sin duda, a la recientemente aprobada ley antitabaco. ¿Cuántas personas deben estar fumándose en estos momentos el que creen su último cigarro?
Puesto que el artículo que escribí la semana pasada y que ha aparecido hoy en Ultima Hora no me gusta (escrito con demasiada prisa, la cabeza puesta en otras cosas), he decidido traer al blog este otro, publicado en marzo de 2008. Que de entre los artículos anteriores a la existencia de este blog me haya decantado por “Últimos cigarros y otros vicios” se debe, sin duda, a la recientemente aprobada ley antitabaco. ¿Cuántas personas deben estar fumándose en estos momentos el que creen su último cigarro?