viernes, 11 de febrero de 2011

La extraña historia del hombre que amaba los pisos piloto (3)


Lo de mis abuelos merece capítulo aparte, un capítulo que zanjaré en unas pocas líneas. De lo escrito hasta ahora se infiere que ya no viven, ¿verdad? En efecto, los cuatro ya están muertos, murieron un 13 de agosto de 1973, año de mi nacimiento. Mi madre era una feliz mujer embarazada y aquella inesperada y terrible noticia casi le provocó un aborto. Los cuatro viajaban en el avión de Aviaco que cubría la ruta Madrid-La Coruña y que se estrelló en Montrove, a solo dos kilómetros de su destino. Hubo 85 muertes, entre los cuales se encontraban mis cuatro abuelos. O sea, que es justo decir que nací de milagro y en mitad del dolor. Imagino que mi nacimiento significó un pequeño paréntesis de felicidad, un pequeño oasis en mitad de la aflicción de mis padres, lo que no impidió que parte de ese aire de tristeza que impregnaba el ambiente de aquellos días se colara en mi interior y ya nunca saliera de ahí. Tal vez este hecho, el de haber nacido en un oasis en mitad de la ruina, explique, a su vez, mi pasión por los pisos piloto.