sábado, 19 de febrero de 2011

La extraña historia del hombre que amaba los pisos piloto (4)


Una pasión que tuve que abandonar el día que conocí a Yoko. Debería haber previsto el destino fatal de la historia que empezaba. Nada bueno podía surgir de una unión que exigía una renuncia de tales dimensiones. Efectivamente, una vez que Yoko se instaló en mi vida y en el apartamento que por entonces alquilaba, ya no hubo más pisos piloto. Ella, que durante buena parte de su vida adulta había trabajado mostrando pisos piloto a posibles compradores, los detestaba con todas sus fuerzas. Aquella vehemencia con la que atacaba todo lo que tuviera que ver con los pisos piloto me llevó a ocultarle la pasión que en mí despertaban. Jamás me dejé engañar por los fanáticos de la comunicación y la sinceridad, tan inocentes como aburridos, pero hay silencios y renuncias que pueden destrozarte la vida. Ahora entiendo por qué Roque Dalton, delantero mítico de la mítica selección salvadoreña de mitad del siglo pasado, quería que su epitafio fuera el siguiente:
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“Entre los 26 y los 27 años,
etapa que se prolongó durante toda su vida,
fue el hombre más inteligente del mundo.
Después se casó”.
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