martes, 26 de julio de 2011

Vacaciones


Andas de vacaciones, pensando en las vacaciones que vas a necesitar para recuperarte de estas vacaciones. Te pasas el día en la playa, destrozándote la piel, tratando de atrapar cangrejos para tu hija. Los cangrejos conocen todos tus trucos, que no son más de dos o tres. Se ocultan en sus agujeros, a resguardo del sol, y no salen por mucho que los incites con una pluma de pájaro que encontraste sobre las rocas. Después llega la hora de comer. La sombra de un pino es lo más parecido al paraíso sobre la tierra. Desde tu posición observas a los otros padres andar pendientes de sus hijos. Los hay que juegan a la pelota o a perseguirse y lanzarse arena. Las maneras de fastidiar son infinitas. Algunas madres andan con las tetas al aire. Las hay a las que todavía no les cuelgan hasta el ombligo. Luego están las adolescentes, pero no quiero hablar de las adolescentes. Me hago viejo. Durante el verano, mi cerebro se reblandece. Las ideas me llegan en frases sueltas y deshilvanadas. Pienso, sin venir a cuento, que no soy más que seis o siete claves de acceso. Luego recuerdo un poema de Charles Bukowski, un poema en el que cuenta que siempre se está perdiendo, lo que le lleva a meterse en gasolineras para que le indiquen cómo regresar a casa. En esto nos parecemos. Mi última hazaña consistió en perderme con mi hija en el interior de Port Aventura. Quería salir y no había manera. Afuera nos esperaban para llevarnos al aeropuerto. Este artículo demuestra que lo logré y que necesito otras vacaciones.

ULTIMA HORA, 26/07/11