miércoles, 10 de agosto de 2011

Hope you guess my name


Nací en Hedras-Bem, un pueblo que ya no existe, del que nunca logré escapar. Tal vez me llamo Ramzi Bin al Shibh o Anders Behring Breivik y lo que oprime mi pecho no sea el amor o la pena, sino los explosivos que implanté en mis pulmones. En realidad, puedes llamarme como quieras. Yo creé el mundo, por lo tanto, tengo derecho a destruir la parte de él que menos me gusta. Después de tomar café con el general McCarthy, le ordeno a mi broker que invierta en la industria armamentística. Estudié en Harvard, sé de lo que hablo. Guardo algunos secretos, holocaustos banales grabados con el iPhone. Capitalistas, comunistas, católicos, musulmanes, judíos… La sangre siempre es roja y sabe a mar. Sabe amar quien no teme por su carne o su alma, por eso triunfé en el mundo del porno. Enseguida comprendí que el amor es el negocio más rentable. El amor y todo el odio que genera. Los billetes manchados con que pago mis drogas conservan su valor, no conocen fronteras. Salvo algún que otro radical, nadie se me pudo resistir. Bebí vodka envenenado con Stalin y dejé que Adolf Hitler me chupara la polla. Ahora todo me aburre, incluso la violencia más salvaje. Patear indigentes e inmigrantes es para niños de papá. Jamás conocí a mi viejo, entre otras cosas, porque nunca lo tuve. Tal vez debiera volver al principio, a Hedras-Bem. Tengo todo lo imaginable y, sin embargo, algo me falta. Esta ausencia es mi infierno y en él vivo. Ni siquiera conozco la palabra capaz de nombrar lo que me aflige.

ULTIMA HORA, 09/08/11