lunes, 31 de octubre de 2011

El tipo gris sobre la cuerda floja


Un texto rescatado, un texto que en algún momento quiso ser poema (al principio de su gestación), que casi fue artículo (uno de esos que envías cuando no has tenido tiempo de escribir nada) y que finalmente tuvo que conformarse con ser descarte…

No hay nada que decir y, sin embargo, siempre lo hay, de algún modo. De nada sirve escribirlo, pero hay que escribirlo. Brillante o vulgar, taimado o desnudo, lo mismo da. No va a servir de nada. Palabras, palabras siempre o palabras solamente o drogas para niños extraviados. ¿Pedantería? ¿Fingimiento? ¿Los Rodríguez? Me reiría si no fuera el tipo gris que camina sobre la cuerda floja. En fin, me río de todos modos. ¿Conoces esa sensación? Durante varias noches eres el rey, al menos actúas como tal. Un soplo, no puede fallar, ¡imposible! Y no lo hace. La primera vez en tu vida que aciertas: beso o disparo en la nuca. Ahora toca sentarse al piano y obsesionarse con la tecla más aguda, como hiciera Giacinto Scelsi, sentir que los tornillos van cediendo. Explicar, buscar una frase que te mantenga a flote. Hacer el tonto, pagar la cuenta, decir lo siento… ¿Llorar? ¿Inspirar lástima o asco? Todavía no, calculo que por diciembre. Diciembre es un buen mes para el desguace. Por lo demás, volví a quemar mapas del tesoro, a restregarme los remordimientos con las palmas de las manos, a pasar muchas noches en un ring con mi sombra. El público en contra, por supuesto. Por supuesto, yo también. Es todo lo que saqué en claro. La visión de la caída antes de que acontezca. El pálpito invisible del mobiliario de la casa. De nada sirve escribirlo. Palabras, palabras siempre o palabras solamente o drogas para niños extraviados. Nosotros, al final, un descuido en mitad de la mudanza.