viernes, 11 de noviembre de 2011

LA TUMBA DE LOS LORÍS-MÉLIKOV



Hemos aprendido a burlar el frío,
la parálisis que acecha en el espejo del ascensor,
el rigor de los saludos a las siete de la mañana,
invisibles y marciales, cuando el mundo se asemeja a un quirófano
en mitad del océano,
estamos solos en una soledad indecible,
quiénes somos ahora,
días tachados en un calendario de pared y propaganda,
aquel jubilado que rastreaba cementerios en busca de la tumba
de los Lorís-Mélikov, eso creo, anécdotas absurdas en todo caso,
en todo caso imprescindibles, tienes cara de marzo,
de ir a decir algo que no admite vuelta atrás,
de pronto pienso que ya no te conozco, que aquella noche de 2003
fue la vez que más cerca estuve de ti,
cuando aún no sabía tu nombre y te invité a beber
y te dije que trabajaba reparando avionetas,
la verdad es triste, de colores apagados,
un baile de disfraces hechos con las hojas arrancadas
de los libros de historia, un baile sin música,
en pabellones helados junto al mar,
quiénes somos ahora,
¿no te escuece el vacío?,
ya no hago piruetas, ni me invento aeroplanos
capaces de aterrizar en cualquier rascacielos,
a veces imagino que camino por un cementerio nevado
buscando el nombre de un antiguo conde armenio,
no es descabellado pensar que en alguna de esas lápidas
puedan estar nuestros restos, un aviador y su estrella
adaptándose al frío, a la parálisis que acecha en toda búsqueda,
en toda elección consciente o inconsciente,
quiénes somos ahora,
ya no valen metáforas,
quiénes somos ahora que el mundo se derrumba
como en una película entrevista en la noche,
no hace falta que respondas, sólo aprieta mi mano
como si fuéramos dos ciegos,
desnúdate despacio, más despacio…

mientras te voy desconociendo
palmo a palmo,
otro día.