lunes, 05 de diciembre de 2011
Esta mañana me han hecho otra cura. Resulta desagradable verse el propio pie deformado a causa de la hinchazón. Es como si tu extremidad hubiese sido sustituida por otra cosa, algo que en algún momento quiso ser un pie pero que finalmente se quedó en el intento. Como un poema mal resuelto. De todos modos, mis pies jamás fueron dignos de admiración, ni en sus mejores momentos. Tuve una novia que decía que en lugar de pies tenía empanadas.
Hace dos noches tuve un sueño curioso. Me hallaba en un restaurante de lujo junto a la mujer de mi vida. Era la oportunidad idónea para pedirle perdón por ciertas cosas sucedidas en el pasado y confesarle mi amor más sincero. Pero cada vez que me disponía a abrir mi corazón, irrumpía un camarero preguntado si todo era de nuestro agrado. Hacia los postres, ella se levantaba y salía corriendo. Yo quería ir tras ella, pero mi pierna escayolada me lo impedía.
Se me ocurre que es un sueño muy del estilo Knut Hamsun. Del autor noruego estos días he leído Victoria y Los soñadores. En realidad se trata de la misma novela pero con finales diferentes. En ambos relatos el protagonista es un joven rebelde de escasos recursos, vigoroso, entusiasta y amante de la naturaleza que se enamora (le basta una mirada o un gesto) de una joven delicada y de clase social alta. Vamos, lo que se dice un amor imposible. Como en los folletines, los malentendidos, las ocasiones propicias echadas a perder y los juegos de seducción están a la orden del día. Son novelas de otro tiempo, pero que resultan entretenidas; un canto a la naturaleza y al poder y la gracia de la juventud. Knut Hamsun amaba la juventud. En el discurso de aceptación del Nobel, el escritor noruego dijo: “Es cierto que me veo colmado de honores y de riquezas, hoy, aquí, en Estocolmo; pero me falta lo esencial, lo único: me falta la juventud. Ninguno de nosotros es todavía tan viejo como para no acordarse de ella. Es conveniente que los que hemos envejecido cedamos el sitio, y que lo cedamos con honor”.
Además de estos dos libros, inicié la lectura de otros tres, pero los acabé abandonando. Por aburrimiento. Podría escribir los títulos, los nombres de los autores, pero para qué hablar de los libros que no nos gustan. Probablemente gusten a otros. De nuestros desprecios otros harán su religión.
miércoles, 07 de diciembre de 2011
Ayer conocí a los padres y la hermana del que será mi cuñado. Me parecieron buena gente, y creo que es lo mejor que puede decirse de alguien. No hay mayor virtud que la bondad.
Hoy tengo cita con la doctora que me operó. Si todo va bien, me quitarán las grapas. Tal vez sea este el motivo por el que llevo toda la mañana inquieto.
A falta de más material, he seguido con Knut Hamsun. Tengo empezada Bajo las estrellas de otoño, primera de las tres novelas que conforman la llamada Trilogía del vagabundo. Más de lo mismo, con la salvedad de que el protagonista no es tan joven. Ganas de abandonar al noruego.
Ninguno de estos tres libros me ha gustado tanto como Hambre, primera novela publicada de Hamsun, leída en el verano de 2010. Esta lectura me inspiró un poema largo y desesperado que acabó siendo un descarte. A veces me da por pensar que, en el futuro, alguien podría considerar que mi mejor obra no es otra que este conjunto de textos descartados. Tal vez por esto no los elimino definitivamente. Que el ego y la debilidad nos enceguecen no es ningún secreto.