martes, 31 de enero de 2012

Autobiografía sentimental en 4 capítulos


Tenía catorce años cuando di mi primer beso. Los nervios no me dejaron disfrutar de aquella gesta comparable a la del Mirandés. Ella era bajita y despiadada. Después de media hora torturándonos los labios, dijo que se iba unos minutos a bailar con las amigas. Cuando volví a verla, andaba enganchada con otro. Ese otro era un buen amigo mío. Yo ya había pasado ronda, así que no me importó.

Algunos años después, perdí la virginidad. Los nervios hicieron que errara varios remates claros. Volvía a ser bajita y despiadada. La conocí aquella misma noche y nunca después volví a verla. Creo que batí algún récord de rapidez. Mejor esto, pensaba, que quedarme en fuera de juego. Mi hazaña fue rubricada con un emotivo “¿eso es todo?” por parte de ella. La copa ya lucía en mi vitrina, así que no me importó.

En 2001 me fui a vivir de alquiler con una mujer. Los nervios no hicieron acto de presencia cuando se lo propuse. Era pálida y pecosa. Bastaron unos pocos meses para conocer en detalle el cielo y el infierno del amor. Pese a alguna gran victoria, decidí abandonar aquel campeonato. La cosa se estaba poniendo fea. Amenazó con quemar mis camisas. Necesitaba dejar atrás todo aquello, así que no me importó.

Hace 8 años, conocí a la mujer de mi vida. Era preciosa y algo escurridiza. Después de intercambiar tres frases, aseguré a mis amigos que acababa de conocer a la que sería mi esposa. Está de más decir que sigo soltero. La cagué a lo grande y fui expulsado. Roja directa. Merecida. Esta vez, sí importa.

ULTIMA HORA, 31/01/2012