viernes, 13 de enero de 2012

Diario de un hombre cojo [25]

viernes, 13 de enero de 2012

Hoy me siento perezoso. Sin embargo, me fuerzo a escribir unas líneas para no romper esta dinámica de entrada diaria. No abordaré el plano ficcional. Cuanto más perezoso me siento, más me cuesta inventar. Hablaré un poco de mi pie derecho. Hoy tuve mi primera cita con la doctora encargada de supervisar mi rehabilitación. Me ha parecido una mujer bastante competente, además de agradable. Ha estudiado mi pie con detenimiento. Me pedía que lo moviera y lo dejara quieto en tal o cual posición mientras ella iba tomando medidas con un reglita. Después se ha colocado delante de mí y me ha hecho avanzar hacia ella. A partir de ahora sólo tengo que emplear una muleta. Evidentemente, me ha explicado cómo hacerlo de la manera más conveniente. Por otro lado, me ha tranquilizado diciéndome que es normal que el pie siga hinchado. Si está como está es porque apenas lo he ejercitado. Ahora tengo que caminar, fortalecer músculo y huesos. Me ha contado una historia entretenida sobre el primer viaje espacial, concretamente, sobre cómo afectó la falta de gravedad en los huesos de esos primeros astronautas. La moraleja o conclusión era algo así como que si el hueso deja de soportar peso, es decir, deja de ser útil, de realizar su función, se deteriora rápidamente. La doctora ha empleado la palabra osteoporosis. Gracias a la Wikipedia, ya he averiguado qué significa. Por lo demás, seguí leyendo Cambiar de idea. Como ya dije, Zadie Smith es un ser sumamente equilibrado. Al igual que mi doctora, es encantadora. Es cierto que estar de acuerdo con alguien siempre puede llegar a ser aburrido. A veces necesitamos que nos lleven la contraria. A veces nos sentimos atraídos por aquellos que opinan diferente a nosotros  por el simple placer de discutir. A veces preferimos a los radicales antes que a los moderados porque con los moderados uno no puede cabrearse y eso sí que cabrea. De todos modos, es imposible cabrearse con Zadie Smith. La inglesa habla de Barthes y de Nabokov, concretamente, de la idea de lector y autor que manejaban ambos escritores, y uno se queda encantado. Y hablando de autores y lectores, hace un momento he dado con una afirmación de Michel de Montaigne con la que no sé si el bueno de Nabokov estaría de acuerdo. Dice así: «Un agudo lector descubre a menudo en los escritos de otro perfecciones distantes a las que el autor ha puesto y percibido, prestándoles sentidos y aspectos más ricos». Bien, dejo aquí la cuestión. En breve llegará Salva Ginard. Tenemos planeado acudir al recital poético que se celebra esta noche en el Vamp Café Concert. Por lo general, siento recelo frente a este tipo de actos. No me suelen gustar, esta es la verdad. Para mí la literatura es algo que se disfruta en soledad. Cuando se escribe, evidentemente, pero también cuando se lee. Además, jamás me gustó que me leyeran, ni siquiera un cuento o una noticia del periódico. Prefiero hacerlo yo, a mi ritmo. Así entiendo mejor las cosas. Mi fallo, pienso, estriba en otorgar a este tipo de actos el calificativo de literarios. En realidad, tienen más de espectáculo, de show, que de literatura, al menos tal y como yo la concibo. Se trata, en fin, de relajarse y tratar de pasar un buen rato. Me hincharé a cervezas, no se hable más. Por otra parte, no debo olvidar que alguna que otra vez he protagonizado uno de estos espectáculos llamados recitales. Mejor dejo el tema, que me lío. Lo último que querría es crearme enemigos a causa de las tonterías que escribo en este diario. Voy a asearme. Mañana más.