jueves, 23 de febrero de 2012

¿Y si fuera cierto que nunca habrá otro poema? Otro fragmento de “Los artistas” + entrevista publicada en Última Hora

¿Y si fuera cierto que nunca habrá otro poema? La mera posibilidad te pone melancólico, empiezas a sentir nostalgia por un tiempo todavía presente, por unos días que se precipitan hacia la vaciedad del pasado, su nada desconcertante, sin fisuras; esos gestos, esas decisiones que se acumulan, que nos definen o encauzan y después son nada, una amalgama sin sentido alguno, retazos de voces, de fotografías siempre rotas, siempre mentirosas o imprecisas; una aproximación a lo que nunca fue. “Yo escribía poemas, tuve lo que podríamos llamar una carrera literaria, una proyección optimista; incluso tuve un amor”. El humo del cigarrillo dibuja un barco, un barco fantasma, sin tripulación; sólo cadáveres bailando en la cubierta. Canciones lentas, tristes, tan parecidas entre sí. Observas el humo mientras se eleva como tú en tu tristeza, esta tristeza capaz de liberarte, fingida y a la vez real; este perseguir pensamientos inhábiles, palabras hechas de frío y desencanto, de certeza y asentimiento. Llega otro ladrido. La calle estática que nunca podrás atravesar. La imposibilidad de qué. “De vivir”, te respondes. Una respuesta fácil, estúpida, manida hasta la saciedad por adolescentes alcoholizados y cretinos. “Pero algo tiene de cierto”. Un último poema mediocre, una despedida sin glamour, en voz baja, por la puerta trasera. ¿Es posible? Una vida sin tener que pensar versos, sin ni siquiera tener que leerlos. Renunciar a las anotaciones en el diario, a su proyección en un futuro que no nos es dado conocer; incluso a los insulsos artículos en el periódico. Una vida sin frases subrayadas en las novelas que acumulas, sin ideas anotadas en servilletas o posavasos, sin tanta expectativa embustera. Abandonas la taza de té. Miras el libro que has estado leyendo, lo alcanzas y, en un gesto teatral, lo lanzas contra la pared. Escenificas una despedida que aún no has decidido. “¿Acaso se puede decidir algo así?”. Las viejas ideas románticas sobre el oficio de escribir, todo ese veneno que te fuiste inoculando y que ahora matiza tus actos. Vuelves al poema. “La grieta que se abre”, recitas. Recuerdas lo que Samantha Roten dijo: “Vosotros, los artistas, os pasáis la vida buscando el puente más hermoso desde el que saltar”. Masticas la frase, te dejas golpear por ella, acariciar suavemente. “Lo que siempre he buscado: el puente, este salto, una excusa para no luchar”. El domingo te arrastra, te da de beber de su ponzoña espesa, conocida. Un último poema, una última justificación. Sientes que podrías empezar a añorar a Verónica. “Todavía no”, mascullas plenamente consciente de ser un personaje. Aplastas lo que queda del cigarro, agarras las llaves del coche y decides salir a la calle. “La noche no debe sorprenderme estando solo en casa”. Piensas que lo mejor que puedes hacer es conducir sin rumbo fijo, dar vueltas por la ciudad hasta sentir que eres el único habitante del planeta.

Los artistas (Baile del sol, 2011)