martes, 8 de mayo de 2012

País esquizofrénico

Vivimos en un país esquizofrénico en que la izquierda apela a sus raíces cristianas y la derecha, a la aritmética más fría (¿deshumanizada?). Los prejuicios y odios adormecidos durante años se desperezan, como en un cuento infantil deformado, tras el beso de la fea realidad. La fiesta, a medida que la orquesta desgrana el repertorio conocido, va dejando de ser de disfraces. Mientras tanto, Mario Vargas Llosa anda lamentándose por el cambio del paradigma cultural motivado por la sociedad del espectáculo en que vivimos, que deja a su obra y discurso al borde del abismo, es decir, de la inanidad. A los que frecuentamos ese borde (por no decir que chapoteamos en él) desde que empezamos a escribir nuestras cosillas, la cosa nos produce cierto sonrojo, si bien reconocemos su habilidad en poner el dedo en una de las múltiples llagas de este cuerpo social apaleado. ¿Tendrá que ver esto, también, con esa reciprocidad tan bíblica o aritmética? Todo se confunde, como en este artículo. En tiempos de crisis (¿hubo otros tiempos?) arrecia el populismo más vociferante (políticos como hinchas de fútbol) y hay quienes se afanan en reconstruir muros que, en realidad, nunca derrumbamos del todo (tal vez porque sea imposible). La nostalgia, qué peligrosa en ocasiones. Lo importante es que no cese la música. En este baile demencial, a ratos vomitivo, a ratos hermoso, todo da vueltas y las cosas se confunden y caemos en la esquizofrenia y este artículo no es más que otro ejemplo de la demencia en que vivimos.

ULTIMA HORA, 08/05/12