martes, 5 de junio de 2012

Notas precipitadas sobre ‘Residuos’, de Tom McCarthy

Ando leyendo Residuos, de Tom McCarthy. Concretamente, voy por la página 180 (algo más de la mitad) de la edición que Lengua de Trapo sacó en 2011 para así conmemorar, junto con otros títulos, sus quince años de existencia. Digo esto para remarcar el carácter de apuntes, de notas al margen, que tienen estas líneas. No pretendo hacer crítica literaria, Dios me libre; simplemente divago un poco, me dejo llevar por algunas ideas que acuden a mi mente. En fin, paso a limpio lo que anoté hace unos días en mi últimamente abandonado Moleskine. No son más que impresiones que me apetecía compartir…

La causante de esto


 En esta novela confluyen lo mejor de Bret Easton Ellis y Paul Auster, es decir, una visión exenta de moralidad, quirúrgica, de la realidad, y una capacidad de fabulación potente y urbana (pienso en el Paul Auster de la Trilogía de NY y en el Bret Easton Ellis de Menos que cero). Me interesa de ella el tema de la falta de autenticidad de la realidad que nos envuelve. Imitamos patrones de conducta aprendidos en cine y televisión. Actuamos –muchas veces sin darnos cuenta– para parecer más reales, más anclados. (Cuando dejas de actuar, te sitúas fuera del mundo tal como lo conocemos hoy). Hace tiempo que nuestro modo de ser natural quedó sepultado por capas y capas de interpretaciones y acomodos que nos desvirtúan y nos hacen aptos para la vida en sociedad. Digamos que nos habilitan. ¿A qué momento histórico, a qué época, deberíamos retrotraernos para encontrar “personas naturales”?

 Es algo que siempre me ha interesado. La incapacidad para ser uno mismo, la interpretación constante; no reconocerte tal como en realidad eres salvo en la interpretación de un rol o papel. La imposibilidad a estas alturas de dejar de actuar, la no consciencia de esta actuación… (La equivalencia entre ser y actuar). Uno sólo puede sentirse en paz con el entorno, perfectamente integrado en él, a través de la artificialidad. Sin ella, parece decirnos McCarthy, estamos desnudos, expuestos, incómodos en el medio, perdidos. Todo cobra sentido a través de la recreación artificial de la vida, de sus circunstancias. Somos seres artificiales que necesitan de un entorno artificial para sentirse cómodos.

 Otro tema: la amoralidad, la crueldad, el despojamiento de humanidad que conlleva la búsqueda de la perfección. La perfección es inhumana. La obsesión por alcanzarla nos aniquila como personas sensibles, con capacidad para la empatía. Así, el creador más ambicioso se encuentra expuesto a este deterioro, necesariamente se vuelve cruel, insensible o sólo sensible a su causa.

 Hasta aquí los apuntes. ¿Debería pedir perdón por adjetivar la novela? ¿La habré malogrado? Con todo, Fresán tiene razón al decir que Residuos no es otra cosa que una gran novela que no necesita de adjetivos que la califiquen y la malogren en un pobre laboratorio donde no se descubre nada. Pero citando a Alejandro Rossi debo decir que jamás pretendí ser un descubridor, tampoco un inventor.

 Ahora toca seguir leyendo, aunque no descarto bajar a la piscina…