martes, 28 de agosto de 2012

Las buenas intenciones

Ayer mismo nos hallábamos en pleno apogeo estival y hoy nos hemos sorprendido tarareando aquella famosa canción del Dúo Dinámico. No se pongan pederastas, nos referimos a la otra. ¿Qué recordaremos de este verano? ¿Los incendios? ¿El caso Assange? ¿El de la restauradora Cecilia Giménez? La respuesta de esta buena mujer octogenaria a las preguntas de los periodistas interesados en recabar su opinión (“yo creía que estaba bien”) nos trae a la cabeza la cantidad de literatura popular que las buenas intenciones han generado. La frase más difundida entre los amantes del género sentencioso sería aquella que asegura que los dominios de Satanás están a rebosar de buenas intenciones y, en cambio, el cielo sólo de buenas obras. ¿Significa esto que la buena mujer arderá en el submundo? Ni mucho menos. Nuestros servicios jurídicos nos informan de que Dios, ese viejo liberal, no castiga la ineptitud, sino la mala fe. Debemos reconocer que esto nos tranquiliza (pensamos en Cecilia, no en nosotros). Pero sigamos con el tema. Fue André Gide (escritor que ha pasado a la posteridad por sus frasecillas ingeniosas más que por sus obras) el que inmortalizó eso de que “no se hace buena literatura con buenas intenciones ni con buenos sentimientos”. Ni buenas restauraciones, podríamos añadir. Para terminar, escuchemos la opinión de Margaret Thatcher, destacada sindicalista de su época. “Nadie recordaría al buen samaritano si, además de buenas intenciones, no hubiera tenido dinero”. Pues eso. Que tengan un buen día. 

ULTIMA HORA, 28/08/12