martes, 18 de septiembre de 2012

Política personal



Por las mañanas me despierto conservador, podríamos decir que democristiano. Es entonces que me acerco a ella y la abrazo por la espalda y me dejo mecer por su respiración tranquila. Pienso que nada podrá destruirnos. Tocando el mediodía viro hacia el progresismo y me autoproclamo socialdemócrata y redistribuyo tareas en función de aptitudes. Trato de ser justo, pero a menudo la cago. Por la tarde, ya más relajado, enarbolo la bandera del liberalismo y cada cual hace lo que le viene en gana y si, por ejemplo, no tienes coche o estás en números rojos, no te queda otra que quedarte en casa y ver partir a los demás. Bueno, siempre puedes acogerte a la caridad ajena o pedir prestado. Por fortuna, tengo un Peugeot 207, una vespa Piaggio y, si es preciso, puedo invitarte a cenar en el Tristán (pero convendría no abusar de la broma). Acabados los postres, el vino y la copa, empiezo a sentirme revolucionario y si no atraco supermercados es porque a esas horas ya están cerrados. Entonces se me ocurre que sería bonito peregrinar hasta La Higuera en honor al adolescente que aún vive dentro de mí, que todavía resiste pese a tanto ataque exterior, pero me debo conformar con la plática encendida. Resulta más económico, menos problemático. Cuando llega el sueño y los ojos no soportan ni un discurso más, vuelvo a sentirme cómodo en el conservadurismo y sólo pienso en abrazarte y en dormir a tu lado y en despertar junto a ti entre sábanas blancas con olor a nosotros. Y el resto del mundo que aguante como pueda. 

ULTIMA HORA, 18/09/12