martes, 2 de octubre de 2012

Cita trastornada

Soy poroso. De cuerpo y alma. Multitud de individuos entran y salen de mí. Suelen ser escritores muertos. Los que estuvieron más tiempo dejaron oquedades con su forma; a veces, pequeñas protuberancias, lo que me obliga a prolongadas explicaciones en hospitales y habitaciones de hotel. Se lo cuento a mi amiga, la cual me mira como si yo fuera Artur Mas o el mismísimo José Ignacio Wert. Debo controlarme. Se me ocurre que es capaz de llamar a los antidisturbios. Mejor dejo para otro día la enumeración de los escritores muertos que habitaron en mí. Le explico que en realidad estoy trastornado, pero que no tiene por qué preocuparse. Y quién no, suspira. Debo improvisar una mentira. Nací en el mediterráneo, no me ha de resultar difícil. Le cuento que vengo de una cena con antiguos compañeros de colegio, esa sutil tortura a la que uno accede por descuido o debilidad. Efectivamente, soy débil y descuidado. En los cursos de autoayuda me salté la clase en que explicaban cómo decir no. Esto, por razones obvias, me lo callo. En cambio, le digo que, en este tipo de cenas, si no entiendes de coches o móviles, si el fútbol te deja más o menos indiferente, puedes considerarte hombre muerto. Entonces ella me mira con algo parecido a la piedad. Me pregunto a qué ha de saber su boca. Parece que me lea el pensamiento, porque sonríe. Entonces le propongo que veamos juntos cómo arde el Congreso de los Diputados. Creo que lo televisan por La Sexta. Jordi Évole lo retransmite. El comentarista invitado es Kiko Rivera. 

ULTIMA HORA, 02/10/12