martes, 30 de octubre de 2012

El mundo sigue siendo un lugar muy triste (2)

Los días pasan sin que nada cambie hasta que alguien organiza una cena de empresa. Se trata de una cena para la gente del departamento donde él trabaja, por lo que su mujer decide quedarse en casa con los niños. No es que nuestro protagonista tenga pensado ningún plan de acción, ni que sus expectativas sean grandes, pero lo cierto es que acude a la cita con una actitud abierta, es decir, predispuesto, llegado el caso, a dejarse llevar. La cena transcurre como suelen transcurrir este tipo de cenas. En el primer bar todavía están todos. Los brindis habituales y las conversaciones sobre gente de la empresa ausente en ese momento se suceden con naturalidad. En el segundo bar, las bajas ya son considerables: han desertado más de la mitad de los asistentes. En el último, solo quedan ellos dos. Qué sería de nuestra vida sentimental sin la tan socorrida última copa. El problema es que esta última copa suele venir precedida de las tres o cuatro anteriores. A tal cantidad de alcohol hay que agregarle el vino de la cena y el licor con que se acompañó el café una vez finalizados los postres.