miércoles, 31 de octubre de 2012

El mundo sigue siendo un lugar muy triste (3)

¿Dije el problema? En el momento en que ella va a hacer algún comentario sobre quién sabe qué, él agarra su nuca con la mano derecha y la trae hacia sí. Mientras sus lenguas se enzarzan en una coreografía desquiciada, él cobra plena conciencia del terrible error que está cometiendo. Pero no le importa. Salen a la noche. Se abrazan y se besan con todas las ganas reprimidas durante tanto tiempo. Entonces pasa un taxi y deciden pararlo. ¿Dónde vamos?, pregunta ella. ¿A tu casa?, sugiere él. En este momento le viene a ella la imagen de la mujer de él. Se supone que son amigas. Alguna vez compartieron café y charla junto a la máquina expendedora. Si se ven por los pasillos del edificio donde trabajan, se sonríen y saludan profusamente, como si entre ellas no pudiera existir nada al margen del buen rollo y los mejores deseos. Pero ahora, a estas horas de la madrugada, tan lejos de la oficina, los deseos de ella, combinados astutamente con el alcohol ingerido a lo largo de la noche y los evidentes y halagadores deseos de él, la precipitan del lado desaconsejable de la realidad, es decir, accede a la propuesta de su acompañante. Días después, al recordar esta noche, el trayecto en taxi de camino a su casa habrá desaparecido. Ni ella ni él recordarán sus manos sudadas, aferradas con desesperación, con una especie de urgencia que no encuentra su única explicación en el deseo sexual.