jueves, 1 de noviembre de 2012

El mundo sigue siendo un lugar muy triste (4)

Una vez en casa de ella, van directos a la habitación. De camino, chocan con distintos muebles, lo que les hace reír de un modo un tanto patético, como niños a punto de cometer alguna tropelía. Ya en la cama, con manos torpes, él empieza a desabotonar la camisa de ella. Ella sonríe a modo de disculpa y le pide que espere un minuto, que tiene que ir al baño. Mientras él espera, trata de imaginar lo que en breve sucederá entre ellos. Casi no puede creer que esté allí. Sin que pueda hacer nada por evitarlo, acude a su mente la imagen de su esposa y, lo que es peor, la imagen de sus dos hijos. Se dice que nadie tiene por qué salir lastimado. Ya habrá tiempo para sentirse culpable. Pero no ahora. No se encuentra en esa habitación a esas horas de la noche para reflexionar sobre la naturaleza y las posibles consecuencias de sus actos. A veces uno necesita aflojar, dejar que las cosas sucedan; ser siempre bueno puede resultar muy aburrido. Le alejan de estas disquisiciones unos sonidos provenientes del baño. No se lo puede creer: ella está vomitando. Es consciente de que la noche se acaba de ir a la mierda.