viernes, 2 de noviembre de 2012

El mundo sigue siendo un lugar muy triste (5)

O tal vez no. Se agarra con fuerza a esta posibilidad. La esperanza es lo último que uno debe perder. Cualquier cazador nocturno lo sabe. También es cierto que una retirada a tiempo suele suponer una victoria. Pero no, todavía no ha llegado a ninguna situación límite. Se pone en pie. Se acerca a la puerta del baño. ¿Estás bien?, pregunta. ¡Un minuto!, grita ella. Vuelve a la cama. Se sienta. Escucha cómo corre el agua por el lavabo. Se está lavando los dientes: buena señal. Al fin sale del baño con una sonrisa de disculpa y vergüenza, y se sienta a su lado, en la cama. Apoya su cabeza en el hombro de él. No me siento muy bien, dice ella. Lo siento, agrega después de unos segundos. Él tiene la mirada fija en una pequeña rugosidad de la pared blanca de enfrente. No te preocupes, dice. Ella nota algo extraño en la voz de él. Lo siente muy lejos, como si le hubiesen robado el alma y de él solo quedara la carcasa exterior. Voy a tumbarme, anuncia ella. Si quieres, añade, puedes quedarte a dormir. Él se lo agradece, pero opina que lo más sensato es marcharse. Aún no son las cuatro. No ha pasado nada grave, todavía no tienen de qué arrepentirse. Es difícil decir si este pensamiento lo alivia o lo entristece. Como quieras, dice ella. Y se tumba. Él la observa unos instantes, todavía sentado al borde de la cama. Tan cerca y tan lejos, piensa. La respiración de ella se torna más profunda. Él se pone en pie. Sale de la habitación. Recorre el pasillo por el que fueron tropezando unos minutos atrás. Parece que hayan pasado días. Ahora es otro. Llega a la puerta de salida. La abre. Da un paso y se detiene. El mundo y, en especial, el pasillo en penumbra que lo recibe le parecen de una tristeza intolerable. Vuelve atrás. Cierra la puerta y se quita los zapatos. Si le preguntaran, no sabría precisar qué le empuja a volver a la habitación donde su compañera de trabajo duerme.