domingo, 4 de noviembre de 2012

El mundo sigue siendo un lugar muy triste (7)

Sube con lentitud. La respiración de ella se agita levemente. Su brazo hace ademán de ir al encuentro de él, pero interrumpe su marcha a medio camino. Ya ha alcanzado las ingles. El sabor es fuerte, ácido. Esto lo excita. Ya no hay vuelta atrás. Ella coloca las manos sobre la cabeza de él. Trata de separarlo, pero sin convicción. Él no hace caso. Ella se abandona. Lo nota en la tensión de sus músculos. Él está fuera de sí. Escupe en el coño de ella. Ella gime. Él vuelve a escupir. Sin dejar de chupar, introduce los dedos índice y corazón de su mano derecha en el sexo de ella. Los mueve adelante y atrás. Hurga. Se los lleva a su propia boca. Hay babas por todo. Ella le oprime las orejas. Tira hacia arriba. Él se separa. La erección es dolorosa. Se desprende de los pantalones, de los calzoncillos. Está en camisa y calcetines. Gatea hasta que sus rodillas quedan a la altura de los hombros de ella. Agarra su cabeza y la atrae hacia sí. Ella continúa con la boca cerrada. Él ejerce presión y ella termina por abrirla. Él empieza a moverse. Ahora él tiene las manos apoyadas en la pared. La postura no es demasiado cómoda, sobre todo para ella. Le duele el cuello. Se gira para colocarse de costado. Ahora, con su mano derecha, empieza a jugar con las pelotas de él. Entonces ocurre. Apenas lo siente llegar. Se corre dentro de la boca de ella. Ella quiere quitárselo de encima, pero no puede. Se ahoga. Los ojos se le llenan de lágrimas. Termina por tragarse el semen. Él se separa, suspira. Ella se vuelve hacia el otro lado, saca la cabeza de la cama y escupe los restos de la corrida en el suelo de la habitación. Hay más saliva que esperma. Carraspea. Tose. Vuelve a escupir. Él piensa que va a empezar a llorar o, peor, a gritar. Pero no hace nada de eso. Se queda quieta. Con la cabeza colgándole fuera del colchón. No dice nada. Él comprende que no se moverá hasta que él se haya ido. Quisiera decir algo, pero no se le ocurre qué. Cualquier palabra está fuera de lugar. ¿Disculparse? Se pone los calzoncillos, los pantalones. Sale de la habitación. Por cuarta vez en la noche, recorre el pasillo en penumbra. Se calza los zapatos. Abre la puerta. El mundo sigue pareciéndole un lugar muy triste. 


[Como dije al principio de la narración, se trata de una historia inventada. Elucubrar sobre lo que ocurrió después entre ellos, o entre el protagonista y su esposa, no me atrae. Está claro que él deberá pagar, pero esto es un blog literario, no una corte de justicia. Para terminar, diré que la habitación donde transcurre la escena final es idéntica a una habitación de hotel que una vez visité. Los que escribimos solemos aferrarnos a este tipo de detalles. Del mismo modo, los tres personajes que aparecen en este relato tienen un rostro muy concreto. Ellos jamás se reconocerían es estas palabras. A los sensibles les diría que se tomen el final del relato como una metáfora. Quedarse en la literalidad de los hechos puede ser peligroso]