—¿Qué
andas leyendo ahora?
—No
te lo creerás, pero estoy releyendo una novela de Paul Auster.
—¿Y
eso?
—Me
quedé sin lectura y no puedo sacar libros de Can Sales hasta no sé qué día de
abril, de ahí que recurriera a los que tengo en casa y, bueno, me decanté por Auster.
—Joder,
me suena a adolescencia.
—Supongo
que necesitaba reencontrarme con él. Fue muy importante en su momento, pero
algunas decepciones o tal vez la madurez me lo alejaron bastante… Hasta hace
dos días.
—¿Por
qué novela te decantaste?
—La habitación cerrada.
—¿Y
qué tal el reencuentro?
—Feliz.
Además, he creído descubrir que la novela en realidad habla de esas otras vidas
que vivimos al margen de la vida que creemos verdadera, de los planos distintos
en que se mueven, de los boquetes que la imaginación y la desesperación abren entre
esos diferentes planos, de ahí que la emparente con La vida breve, de Juan Carlos Onetti.
—Me
das miedo.
—Y
te diré otra cosa. De
entre todos los detectives famosos, mi favorito sigue siendo Quinn, si bien en La habitación cerrada sólo se le menciona de pasada.
—Eres un posmoderno.
—Vete
a la mierda.