Hoy tuve la tarde libre. La pasé
leyendo poesía. Me refiero a poesía publicada en libros. Me refiero a libros de
papel. Un anacronismo. Por la poesía, digo, no por los libros de papel. ¿O
también? Esta relación se perpetúa en el tiempo, adquiere tintes épicos, lunáticos,
casi mágicos. Fuimos amantes, nos casamos, nos pusimos los cuernos, nos separamos
y nos volvimos a juntar (generalmente en hoteles de tres o cuatro estrellas,
que ya no somos adolescentes). ¿Hasta cuándo? La demencia dirá. Traigo aquí
cuatro de los poemas leídos. Los dos de Roberto Juarroz los he extraído de su Undécima poesía vertical; los de Antonio
Gamoneda, de Sílabas negras, si bien
pertenecen a su libro Blues castellano.
2 POEMAS DE ROBERTO JUARROZ
Habrá al final una caída sin relevos.
Pero hasta que eso ocurra,
caer es ir a rebotar en el fondo,
la gimnasia que tenemos asignada
para aprender a hundirnos,
pero también para aprender a subir.
Porque no hay ascenso directo.
Todo ascenso procede del impulso
de ese choque en el fondo.
Sin embargo,
no conseguimos llegar a amar el fondo:
aunque en el fondo haya también una luz,
nosotros preferimos la luz
que está jugando afuera.
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Rara vez vuelvo a leerme.
Si lo hago,
me parece que quien escribió aquello
fue alguien que se quedó en el camino,
tal vez para esperar mi retorno
o para poder observarnos desde lejos
o tomar él después por caminos secundarios
para encontrarnos otra vez más adelante.
Releerse es sospechar de algún modo
que la vida que pasó
nos aguarda en otra parte,
como si un hijo pródigo al revés
esperara en su puerta
el improbable regreso de su padre.
Detrás de cada palabra escrita antes
asoman como un pueblo furtivo
todas las palabras que no supimos escribir.
Por eso releerse es hallar,
más que las visiones que fuimos,
las visiones que nos reclamaron en vano,
pero quedaron como algas curiosamente insistentes
adheridas a aquello
que sin entenderlo del todo recogimos.
Si el tiempo no estuviese agotado,
quizá valdría la pena releerse
nada más que por esas adhesiones.
2 POEMAS DE ANTONIO GAMONEDA
LIBERTAD EN LA
CAMA
Todos los días salgo de la cama
y digo adiós a mi compañera.
Vean: cuando me pongo
los pantalones,
me quito
la
libertad.
Cuando llega la noche, otra vez
vuelvo a la cama y duermo.
A veces sueño que me llevan con las manos atadas,
pero entonces me despierto y siento la oscuridad,
y, con el mismo valor, el cuerpo de mi mujer y el mío.
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TARAREANDO NAZIM
Tengo ruidos en la nuca, doctor.
Siento el cráneo apretar y crujir,
sobre todo si hay penas. No sé…
Hace ya siete años, doctor,
que en vez de pensamiento tengo un ruido
y una pasta muy triste en la cabeza.
Yo haré lo que me diga; yo tendré
paciencia y confianza. Puede ser.
Yo tomaré las medicinas
para poder pensar en mis amigos.
Pero si lo que ocurre, doctor,
es que tengo algún mal que se produce
a causa del amor
y el pensamiento de la resistencia,
entonces, déjelo; esto no es
más que nuestro sonido natural.
Yo viviré
mejor con este ruido en la cabeza.