miércoles, 6 de marzo de 2013

‘Los suicidas’, de Antonio Di Benedetto. Cuatro citas y algo más


    Me aparto de las calles de afluencia. El calor ha cedido. Estoy despejado, estoy bien.
    Me sobra noche. Podría buscar una mujer. O llegar a donde lo hizo Adriana Pizarro. No es hora de entrar; sólo vería un bulto oscuro, el de la casa dormida. La exploración empezará mañana. ¡Mañana!... ¿Cuántos mañanas me quedan?...
    Mañana podría cambiar de vida. Pero no puedo cambiar de oficio. Soy mi oficio. Si no cambio de oficio no puedo cambiar de vida.
    Cambiar de Julia. Cambiar de mujer no cambia nada.
    Cambiar de recuerdos. El pasado no se cambia, a menudo nos gobierna. Hace 33 años me dieron este cuerpo al que posteriormente han sido agregados hábitos, ideas, una manera de comer… A los 17 me equivoqué. Vengo de atrás.
    Tengo ayer, no sé si tendré mañana. No poseo más que una certidumbre, la de que, en algún momento, moriré.

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    El domingo paso otro rato agradable con Julia y me acuerdo de Marcela.
    Pero con Marcela, supongo, habría que empezar todo desde el principio, quiero decir, el asedio, alguna simulación, alguna formalidad, una especie de noviazgo, y no es cómodo.

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    Porque destruirse a sí mismo es privilegio de la absurda condición humana.

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    Escarba sobre mi ausencia de estos días, pero concretamente no pregunta el motivo y aprovecho para callar al respecto. Supongo que ya se está habituando a que la deje un tiempo abandonada y vuelva cuando es necesario, y me parece que así es más agradable y llevadero porque el excesivo trato entre las personas produce roces y fastidios. Si uno se ve mucho con el otro tiene mayores ocasiones de descubrir sus partes malas.

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Juan José Saer: “Las tres principales novelas de Antonio Di Benedetto, Zama, El silenciero y Los suicidas, en razón de la unidad estilística y temática que las rige, forman una especie de trilogía y, digámoslo desde ya para que quede claro de una vez por todas, constituyen uno de los momentos culminantes de la narrativa en lengua castellana de nuestro siglo”.

Edgardo Dobry: “Di Benedetto hace de la economía el principio constructivo del estilo. De este modo se lleva a la prosa el principio activo de la poesía: la conciencia de la gramática como instrumento formal, eso que Auden llama “la obligación de pensar dos veces” antes de escribir una frase”.

En la contra de la novela Zama, editada en la Biblioteca Universal Planeta (1972), el propio Antonio Di Benedetto se describe así: “Soy argentino, pero no he nacido en Buenos Aires./ Nací el Día de los Muertos del año 22./ Música para mí, la de Bach y la de Beethoven. Y el cante jondo./ Bailar no sé, nadar no sé, beber sí sé. Auto no tengo./ Prefiero la noche. Prefiero el silencio”.

En una entrevista realizada por Jorge Halperín en el año 1985, a la pregunta “Usted construye literatura fantástica con personajes carnales. ¿Por qué?”, Di Benedetto responde:

"Es la fuga de la realidad. A mí la realidad siempre me maltrata, me ha dado una vida bastante dura, atormentada. No se puede convocar a la irrealidad para que gobierne nuestra vida cotidiana, pero sí se puede buscarla como consuelo mediante los sueños. Y la otra forma de alcanzar la irrealidad es mediante la literatura fantástica. Entonces, ya no nos queda solamente el consuelo de la noche para soñar. Uno ingresa al cuento y puede llegar hasta el cuello en su ahogo, pero no se muere".