A veces, caminando por la ciudad, acuden a mí frases, reflexiones baratas, iluminaciones de pocos vatios, y me apresuro a anotarlas por lo que pueda ser…
Qué
sencillo amar a los muertos. Si contraponemos esta sencillez a la titánica
tarea de amar a los vivos, entonces comprendemos porque tantas veces ansiamos
la destrucción del ser amado: para así poder amarlo hasta el final, sin
restricciones. Por supuesto, estoy hablando de escritores. Por supuesto, estoy
hablando de Literatura.
Los
complejos nos vuelven peligrosos. Son tan odiosos como necesarios. Su total
ausencia allana el terreno a la vulgaridad y el horror.
La mayoría de situaciones nos resultan
tolerables porque las pensamos temporales.