—¿Y esa cara de funeral?
—Pensaba en Literatura.
—Mierda. Te veo venir. ¿Otro discurso apocalíptico?
—Vete si quieres.
—No, suéltalo. Te hará bien.
—Pensaba que la mayor parte del
tiempo escribimos por escribir, que sólo en contadas ocasiones tenemos algo
verdaderamente importante que decir.
—¡Menos mal!
—El problema es que eso que creemos importante, que necesitamos decir a toda
costa, carece de importancia para los demás.
—Perfecto. Descubriste que no eres Obama, que no eres
Tarantino, ¡ni siquiera Sergio Ramos! ¿Podrás soportarlo?
—No estoy seguro. Supongo que sí.
—Bien.
—Bien.
—Una última cosa.
—Dime.
—¡Olvídate ya del puto Lars Iyer!
—No te preocupes. Estoy por empezar una novela de Le
Clézio. Ya te contaré.