martes, 14 de mayo de 2013

Piscinas iluminadas. Aproximación a Lanka. Un fragmento

De Lanka apenas conozco lo que el rectángulo de la ventana ofrece. Un paisaje de azoteas sucias y antenas torcidas. Es suficiente. No me interesan los detalles, me basta con esta visión general. A veces, en mis descansos, me acodo en la ventana. Si estiro el cuello,  puedo ver el mar, pero rara vez lo hago. El mar me resulta indiferente. Las metáforas y la humedad lo echaron a perder, tal vez los recuerdos de la infancia, tan empapados de salitre, tan mentirosos e insignificantes. Lanka vive de espaldas al mar. Se cuentan historias sobre marineros borrachos, pero no es más que literatura popular, mitología del hampa. Algunas noches, después de haber follado, Sophie me relata alguna de esas historias. Ron, celos y deudas, poco más. Me gusta que me las cuente mientras acaricia mi pelo. No creo que soportara presenciarlas, pero la voz de Sophie, recostada en el catre que compartimos casi todas las noches, las vuelve interesantes. Me imagino respirando los vapores insalubres de tugurios marítimos que, por otro lado, hace tiempo dejaron de existir. En esto, las ordenanzas municipales son tremendamente restrictivas. Uno de los rasgos distintivos de Lanka.