martes, 13 de agosto de 2013

Cuestión de estilo

Algunas noches, mi Musa se presenta en casa y me veo obligado a dejarlo todo para atender sus peticiones. Solemos acabar en la cama, si bien no siempre alcanzamos el clímax. Después, recobrado el aliento, nos ponemos a charlar sobre literatura. Anoche, sin ir más lejos, divagamos sobre el estilo literario. “El escritor”, me dijo, “sólo tiene su estilo. El problema es que si se lo toma demasiado en serio, el estilo se acaba petrificando, es decir, el escritor”. “El escritor es su estilo”, corroboré, “pero si sólo es su estilo es un escritor muerto”. Acto seguido, me habló de Rothko, de la necesidad de diferenciar entre la técnica a secas de la técnica unida al espíritu, a la expresividad y a la personalidad. Concluida su perorata, me pidió que me mojara. “¿Cómo definirías tu estilo?”, me preguntó. “Hay un preciosismo del lenguaje que no me interesa”, le dije. “No me interesa porque no me llega, o porque yo no alcanzo la altura desde la cual es posible apreciarlo. Una limitación por mi parte, sin duda. Este preciosismo del que hablo hace que las palabras remitan a otras palabras, que se retroalimenten en un solipsismo del lenguaje que me acaba resultando indiferente. Hablo de un lenguaje narciso ensimismado que aniquila por aplastamiento al escritor que hay tras esas palabras. Tiende al estatismo, ese lenguaje. Su brillo, como el de los fuegos artificiales, es efímero. Tras la explosión, la oscuridad nocturna reina con más fuerza”. Una vez más, me quedé hablando solo. Afuera, reinaba la noche. 

ULTIMA HORA, 13/08/13