martes, 20 de agosto de 2013

El tiempo, los sobornos y un cabrón

Dentro de mí conviven el niño y el adolescente que fui con el viejo que seré. Con todos hablo indistintamente. Consuela y hace gracia comprobar cómo mis opiniones sobre temas diversos, algunos realmente trascendentes, varían con el tiempo. Él, el Tiempo, nos soborna con argucias sutilísimas, pero también groseras. Ah, los sobornos, ¡qué gran tema! Imprescindibles en el adiestramiento canino, la educación de los niños y la política. Pero pongámonos serios: ¿quiénes son más peligrosos, los verdaderamente insobornables o los que dicen serlo y en realidad no lo son? En fin, mejor no hablar de la naturaleza humana. Como decía, me gusta departir con mis diferentes yos, pasados o futuros. Anoche lo hice con mi yo octogenario. Soy un tipo optimista, lo sé. Esto me dijo, el muy cabrón: “He olvidado cómo se escriben los poemas, al menos, los buenos. Sí, yo fui autor de un puñado de buenos poemas. Sabía atacar la fibra sensible del lector sin menospreciar su inteligencia. Es más, mi poesía estaba pensada para lectores inteligentes, capaces de emocionarse, sí, pero también de reflexionar con un mínimo de rigor. Otra de mis virtudes era la facilidad para rematar los poemas. Mi ritmo era fluido, musical, pero rara vez renunciaba a la naturalidad del habla. Ahora soy incapaz de escribir buenos poemas. He perdido la gracia. A la mayoría de los poetas les sucede rebasados los cincuenta, a veces mucho antes. Lo que ocurre es que deciden ignorarlo y se dedican a repetir fórmulas enmohecidas”. Ya les digo, un cabrón. 

ULTIMA HORA, 20/08/13