Vuelvo a ser yo. El del martes pasado no era yo, aunque el artículo fuera acompañado de mi nombre y mi foto. Cosas que pasan. Pero esta vez soy yo, lo notará enseguida. Escribo en la terraza de casa mientras la vecindad duerme. La luz de la pantalla del ordenador ilumina débilmente el teclado. Una vez más, empiezo a teclear sin tener muy claro adónde quiero llegar. ¿No le dije que lo notaría enseguida? Desde pequeños nos enseñan que en la vida es importante llegar a algún lado. Caminar por caminar es de filósofos y vagabundos. Intuyo que debo tener algo de ambos, como una suerte de predisposición sepultada bajo capas y capas de deudas y pragmatismo adquiridos. En fin, tal vez podría dar mi opinión sobre la comparecencia de Rajoy ante el pleno del Congreso, pero tomé la precaución de pasar el día con mi hija en La Reserva del Puig de Galatzó. Fue agotador, pero mucho más sano. Además, nunca aspiré a la originalidad. Mejor sería hablar del fantástico concierto que se marcaron María Rozalén y Paco Cifuentes en el Vamp Café. O de la cena que compartí con ellos y unos cuantos amigos más en una casa situada en pleno paraíso, con vistas increíbles a la Vía Láctea. No hizo falta cruzar medio mundo, media hora en coche fue suficiente para llegar hasta allí. “Déjate de Caribe y hostias”, me dijo Paco mientras caminábamos por la playa, de noche. “Hoy he visto una de las puestas de sol más espectaculares de mi vida”. ¿Habré llegado a algún lado? Ni lo sé ni me importa. Ya les dije: vuelvo a ser yo.
ULTIMA HORA, 06/08/13