Hoy me ha dado por elaborar un listado
con los 25 libros más importantes de mi vida. La elección del adjetivo
“importantes” no se debe al azar o la ligereza. Requería de un término lo
suficientemente amplio, ambiguo, para dar cabida a los diferentes títulos que
acudían a mi mente. Su inclusión en esta lista no siempre responde a los mismos
criterios. Estoy hablando de esas lecturas que nos cambian o que cambian algo,
que iluminan o abren una puerta, que nos alientan, de cuya influencia es
difícil escapar. Libros que marcan una época, que por alguna razón, muchas
veces inexplicable, caminan junto a nosotros durante algún tiempo. No tienen
por qué ser necesariamente los mejores. La virtud de algunos de ellos radica en
haber llegado antes que otros. A veces, es así de simple.
La única norma que me he impuesto ha
sido no repetir autor. Por lo demás, soy
plenamente consciente de que, de escribir esta lista mañana, algunos de los
títulos recogidos en ella caerían, dando entrada a otros.
Cien años de soledad, Gabriel García
Márquez
El árbol de la ciencia, Pío Barajo
San Manuel Bueno,
mártir, Miguel de Unamuno
El Main, Trevanian
El mago, John Fowles
Rayuela, Julio Cortázar
Menos que cero, Bret Easton Ellis
Viaje al fin de la noche, Louis-Ferdinad
Céline
Antología personal, José Agustín
Goytisolo
Las personas del verbo, Jaime Gil de Biedma
Catedral, Raymond Carver
Trilogía de NY, Paul Auster
Los detectives
salvajes, Roberto Bolaño
El mal de Montano, Enrique Vila-Matas
Ciudad del hombre:
Nueva York, José María Fonollosa
Escribir, Marguerite Duras
Poesía completa, Alejandra Pizarnik
La vida breve, Juan Carlos Onetti
Relatos
autobiográficos, Thomas Bernhard
Muertes y maravillas, Jorge Teillier
Primavera sombría, Unica Zürn
El último lector, Ricardo Piglia
El discurso vacío, Mario Levrero
La carretera, Cormac McCarthy
Zurita, Raul Zurita
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miércoles, 12 de agosto de 2015-. Horas después de haber escrito la lista,
me percato de algunas ausencias clamorosas. Pienso, por ejemplo, en Enigmas y despedidas, de Juan Luis
Panero, o en Malone muere, de Samuel
Beckett. Puedo encontrar ecos de ambas lecturas en muchas de las páginas que
luego escribí. También pude haber incluido Ficciones,
de Jorge Luis Borges, Bajo el volcán,
de Malcom Lowry, El periodista deportivo,
de Richard Ford, El libro de los amores
ridículos, de Milan Kundera, Memorias
del subsuelo, de F. M. Dostoievski, Cumpleaños,
de César Aira, El invierno en Lisboa,
de Muñoz Molina, Manual del distraído,
de Alejandro Rossi… Por una u otra razón, todos estos libros fueron
importantes. Medir su importancia es un asunto arduo. Por otro lado, la relevancia
que les otorgo es susceptible de variar según el día o la hora del día… Mejor
abandono este jardín. ¿Quién me mandó meterme en él?