jueves, 28 de enero de 2016

Achaques

La relación que mantengo con mi cuerpo entra en una nueva fase. Llego a esta conclusión después de la revisión médica del trabajo. Digamos que inauguro, a mis 42 años, la época de la prevención y el control. Curiosamente, este hecho coincide con la lectura de Diario de invierno, de Paul Auster. Leía sobre los achaques del estadounidense antes de entrar en la consulta del médico y ahora me veo escribiendo sobre los avisos que mi propio cuerpo me envía. Visita al cardiólogo y dieta. Nada demasiado preocupante, en principio: síndrome de preexcitación del tipo Wolf Parkinson White y triglicéridos por las nubes. Por no hablar de la lumbalgia siempre acechante y las señales preocupantes que viene emitiendo mi rodilla izquierda. Tal vez la rotura, allá por noviembre de 2011, del tendón de Aquiles de mi pierna derecha fue el pistoletazo de salida de esta nueva etapa. Un pistoletazo que no supe o no quise escuchar. Aquella rotura me sirvió de pretexto para la escritura de una novela en forma de diario que finalmente no envié a ninguna editorial… El diario como forma ideal para hablar de los achaques del cuerpo, de la relación que mantenemos con él. Al fin y al cabo, hablar de nuestro cuerpo es hablar de nosotros, de nuestra vida. Tal vez debiera buscar editor para aquel Mi Berghof particular (diario de un hombre cojo). El problema es que los achaques de Auster contados por Auster tienen más tirón que los achaques de Cánaves contados por Cánaves. C’est la vie!