miércoles, 17 de febrero de 2016

Hogueras

Nixon nos contempla desde todas las pantallas. En su regazo, su perro Watergate simula dormitar junto a un libro de poemas de Ashraf Fayadh. Las hogueras encendidas en todas las plazas del país iluminan la noche cerrada que parece haberse instalado sobre nuestras cabezas. Las cenizas de Caterina Ross alzan el vuelo y se mezclan con las de su madre y su abuela y las de todas las mujeres, cerca de un millón, quemadas por brujas. Torquemada ha iniciado una vez más su cacería. La consiga es clara: sólo son habitables los extremos. O un puritanismo o el otro, no hay más opción. Nada de sutilezas, de tender puentes, de debate sosegado. Mariconadas, las justas. Siempre fuimos pirómanos. Nuestro espíritu inquisitorial satura las redes sociales y los comentarios a las noticias de los medios digitales. Seguimos en el Coliseo. Los gritos y la sangre nos excitan. Nuestro deporte predilecto sigue siendo señalar la tierra con el pulgar. No hay más calor que el que producen las llamas del Infierno.

 
ÚLTIMA HORA, 16/02/16