martes, 28 de junio de 2016.- Paseo
por Sa Indioteria, calles que en mis algo más de cuarenta años de vida jamás había pisado. Qué grande puede ser el mundo más pequeño. Me entra hambre. Decido instalarme en un bar. Conversaciones
sobre fútbol, niños gritando entre las mesas, pateando una pelota. Música
flamenca flota en el ambiente. Ropa tendida al sol. Estampa que se esfuerza por
ajustarse a lo esperado. Pido un bocadillo de queso acompañado de una Coca-Cola.
¿Grande o pequeño?, me pregunta la chica que atiende el bar. Se refiere al
bocadillo. Por suerte, me decido por el pequeño. Una porción generosa de barra
de pan. Cuanto más popular es el barrio, más importantes son las raciones. Me
pregunto qué partido habrá sacado más votos en esta zona de Palma. Leo el
diario que Elvio E. Gandolfo escribió para la revista Eñe. Momento agradable.
viernes, 1 de julio de 2016.- Un canalla leyendo (en realidad, releyendo) a otro
canalla en su primer día de vacaciones. “Lo que debo confesar es que me he
transformado en un canalla; que he abandonado por completo toda pretensión
espiritual; que estoy dedicado a ganar dinero, trabajando en una oficina,
cumpliendo un horario; que ahora estoy escribiendo esto porque tengo unas
vacaciones. Cierto que me hice un canalla como único recurso para sobrevivir,
pero lo triste del caso es que me gusta lo que estoy haciendo, y que sólo me
cuestiono en ratos perdidos y sin mayor énfasis” (Diario de un canalla, Mario
Levrero). Muy apropiado.