martes, 6 de septiembre de 2016

LA FICCIÓN

A veces, me paro frente al espejo y me digo: “Javi, no lo olvides, eres escritor. No es gran cosa, pero algún lector hay por ahí al que llegaste, al que lograste tocar”. No todo el mundo lo consigue. Hay grandes autores que ni siquiera me rozaron. Depende de muchas cosas, pero no me apetece ahora jugar al analista. Lo que quiero decir es que a veces me miro en el espejo y decido creérmelo. Si no te lo crees tú, nadie lo hará. Y esas tardes en que te lo crees estás más guapo, caminas más erguido. Sabes que de proponértelo podrías seducir sin problemas a Jennifer Lawrence o Scarlett Johansson. La gente lo percibe. De ser preguntados, serían incapaces de explicar qué es eso que perciben. Pero ahí está, una especie de aura. Hablo de las mejores tardes, después de escribir uno de esos fragmentos, uno de esos poemas que hacen que dejes de existir (y en esa inexistencia creces hasta tocar las nubes). Has creado un mundo, has arañado la realidad. A veces, claro, ocurre que te paras frente al espejo y te dices eso de que eres grande y no consigues creértelo y la realidad te pasa por encima, es ella la que te araña, la que juega contigo. Has dejado de ser el narrador, el que manda. Alguien, al que no le importa lo que te ocurra, maneja la situación. Entonces, ni el porno ni Netflix ni la mejor novela de Piglia te pueden salvar. Pero no debes alarmarte. Pasa como puedas las horas, el día, las semanas. Tarde o temprano, llega el instante en que vuelves a pararte frente al espejo y consigues creértelo. Una ficción, es posible, pero qué sería del mundo, de nosotros, los escritores, sin la ficción.