Este año, le dieron el Cervantes a Joan Margarit, poeta confesional, de línea clara, que escribe en catalán y castellano. Lo tenía todo para levantar ampollas: que si le falta altura, que si el premio es consecuencia del clima político del país, que si la dictadura progre, etc. En las últimas ediciones han concedido el galardón a Ida Vitale, Sergio Ramírez, Eduardo Mendoza, Fernando del Peso y Juan Goytisolo. O sea, entre los últimos seis ganadores, hay tres catalanes. La cosa, se mire como se mire, tiene su guasa. También resulta curioso que desde 1976, año en que se inauguró el premio, lo hayan ganado 22 autores españoles por solo seis mexicanos o cuatro argentinos (por centrarnos en el podio histórico del galardón). Se imaginarán los comentarios: que si falta de altura de miras, que si un sistema de alternancia desproporcionado y poco representativo de lo que sucede en el ámbito de la literatura en español, que si la dictadura de la madre patria, etc. Pero, bueno, nada como el Nobel de Literatura de 2016, eso sí fue la bomba. The answer, my friend, is blowin' in the wind…
UH, 19/11/19
Infinito
El crecimiento económico es infinito, la racha del Atlético Baleares es infinita, la Tierra es infinita, el reinado de Messi es infinito, nuestra paciencia frente a la estupidez humana es infinita, Jordi Hurtado es infinito, la capacidad de sorprendernos de Donald Trump es infinita, los hilos de Twitter son infinitos, el amor por nuestra pareja es infinito, “Last Chrismas” de Wham! es infinita, la prensa en papel es infinita, mi Renault Clio diésel con agujeros en su carrocería es infinito, la pelea Coca-Cola vs. Pepsi-Cola es infinita, las amistades que se forjaron en primaria son infinitas, el término “efímero” es infinito, la niñez es infinita, los endecasílabos son infinitos, The Beatles son infinitos, la saga Iglesias es infinita, Tele Cinco es infinita, mi móvil LG es infinito, los labios de Scarlett Johansson son infinitos, las ganas de ponerlo todo patas arriba que inspiraron La Fuente (el famoso urinario cuya autoría se atribuye erróneamente a Marcel Duchamp), de Elsa von Freytag, son infinitas, nuestra polarización es infinita, los dinosaurios eran infinitos, este artículo de opinión parece infinito…
UH, 03/12/19
De ciegos y conejos
Dice Leila Guerriero, la periodista argentina, que para ver hay que volverse invisible. Entonces pienso en esos políticos que buscan desesperadamente, sin miedo al ridículo, la mayor visibilidad posible, y veo claro que vivimos en un mundo dirigido por ciegos. Pero en muchas ocasiones se trata de una ceguera selectiva. Ven su propio rostro, sí, y ven a los que conforman su bando. El resto, esa mancha difusa, son el enemigo, y al enemigo –como dice el refranero– ni agua. La técnica de deshumanización es vieja y sencilla. «Mis enemigos son como conejos. Los conejos solo sirven para ser cazados. Tengo que cazar a mis enemigos». El silogismo, por burdo, dará mayor visibilidad al político, por lo tanto lo suelta en la primera tertulia a la que es invitado. Si no es invitado a ninguna tertulia, el político recurre a Twitter, que para algo se inventó. Estas explosiones de inteligencia y elegancia nos deslumbrarán hasta enceguecernos y conseguirán que, ahora sí, el político de turno sea invitado a la tertulia de turno para poder decir lo de los conejos y todos acabaremos discutiendo sobre los conejos mientras los vendedores de armas se frotan las manos. UH, 17/12/19
Amor
Ellos dicen que me quieren, pero
solo aman mi mitad. Si por ellos fuera, me amputarían esa parte de mí que no
les gusta. Dicen saber lo que me conviene, que el amor exige sacrificios, lo
que sucede es que esos sacrificios siempre apuntan en la misma dirección. Si
alzo la voz, me insultan; si la vuelvo a alzar, me golpean. Aseguran que es por
mí bien, por su bien, por el bien de todos. Sienten que el amor que me profesan
es sagrado. Entiéndanlo, yo no soy un ser sagrado, sino el amor que profesan
por esa parte de mí que sí les gusta. También veneran mi nombre, ese nombre de
mujer, pero entre mi nombre y mi cuerpo se interpone esa parte de mi cuerpo que
debe ser extirpada. Para que el abrazo sea total, dicen. Para que la unión sea
definitiva, gloriosa. Yo, que soy impura, recelo de esa visión unitaria,
beatífica. Lo sagrado, pienso, es el amor. Lo que hace falta es más amor, un
amor capaz de amar la totalidad de mi cuerpo. Porque amar lo que nos gusta es
fácil, pero el verdadero amor se demuestra frente a aquello que no nos
convence. Y no hablo de un amor acrítico, ese sucedáneo ciego y superficial del
verdadero amor.
uh, 31/12/19